29 de marzo de 2024 3:53 AM

Uribe en el asfalto/ Por María Jimena Duzán

María Jimena DuzánEl expresidente Uribe anda en la tarea muy poco digna para alguien que ocupó el solio de Bolívar, de convertir en perseguidos políticos a los exfuncionarios de su gobierno que actuaron de espaldas a la ley. ¿Logrará su cometido? No lo creo.
Son varias las razones que hay para intuir que esta vez Uribe no se va a salir con la suya. La primera, es que su poder ya no es el mismo, así piense lo contrario. El país que antes
lo ovacionaba a rabiar ya ha empezado a verle ese lado monstruoso y conspirador que tan bien le tapaban las encuestas. En el asfalto Uribe ya no puede funcionar como solía hacerlo cuando despachaba desde el Palacio de Nariño. Ya no es dueño de la psiquis nacional. El país, que se le ha ido escurriendo por entre sus trinos, no le aguanta un acto de transformismo más.

Bastante tuvimos ya con lo que hizo en su gobierno, cuyos efectos tienen hoy al país en serios problemas. Comenzando por la forma como logró transformar a los narcos más poderosos de Colombia, a Macaco, a Gordo Lindo y a los Mellizos, en unos feroces paramilitares de la noche a la mañana; no le importó mentirle al país, ni a él, ni a su comisionado de Paz, el doctor Luis Carlos Restrepo.

Un capítulo especial que seguro va a tener que reescribirse es el de la conversión de un narco como Macaco, cuya historia está aún por contar. El excomisionado Restrepo se enfurece porque este narco tuvo como asesor a Carlos Alonso Lucio, esposo de la fiscal, cuando todos ellos se encontraban acantonados en Ralito. Lucio no es santo de mi devoción y aunque creo que tiene que explicarnos muchas cosas sobre su actuación en esas desmovilizaciones, quien más tiene que explicarnos es el propio comisionado. ¿Cómo se hizo la trampa que permitió camuflar a este narcotraficante? ¿A cambio de qué se le dio esa gabela?

Pero no solo nos mintieron en eso. También nos mintieron al asegurar, a pesar de que todas las evidencias mostraban lo contrario, que el “paramilitarismo se había acabado”, como lo dijo en una entrevista el propio comisionado Restrepo. A quienes en ese momento demostramos con pruebas cómo las desmovilizaciones se habían hecho dejando intactas las estructuras del narcoparamilitarismo, nos tacharon de apátridas y de aves de mal agüero.

Hoy, afortunadamente, el país se ha dado cuenta de sus mentiras. Las mismas estructuras de poder que estaban detrás de las AUC o de bloques inventados, como el Bloque Central Bolívar, son los que están detrás de los Urabeños y de las bandas criminales. Esas estructuras de poder nunca se desmovilizaron y probablemente sean los mismas que hoy, desde la clandestinidad, se oponen a leyes como la de Restitución de Tierras.

Pero no solamente nos mintieron en las desmovilizaciones de los narcoparamilitares. También sucedió lo mismo con las desmovilizaciones de las Farc, como la del bloque Cacica La Gaitana. Desde el inicio esta desmovilización fue considerada por casi todos los medios como una farsa y como un burdo montaje, pero el comisionado Restrepo se negó a aceptar esa tesis. Sin embargo, el país que en ese momento le creyó, ya no le cree. No entiende cómo fue que el comisionado hizo para pasar por alto tantos hechos que no casaban.

Para no hablar de lo que pasó en el Ministerio de Agricultura con el programa AIS. La tesis de que Uribito es un perseguido político no la creen ni los mismos uribistas, muchos de las cuales ya solo profesan su admiración por Uribe por debajo de las mesas y en los lugares más secretos. Y quienes decían que las ‘chuzadas’ del DAS contra periodistas independientes y miembros de la oposición eran un invento de los enemigos de la seguridad democrática, ya no se atreven a repetir esa tesis en los medios. Uribe se ha ido quedando solo y sin áulicos. Su único instrumento es el Twitter. Ah, y la oposición venezolana.

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