25 de abril de 2024 11:30 AM

Miami, una ciudad que busca crecer más allá de los malls y las playas

A minutos del centro de Miami, de los grandes hoteles a los que es impensable llegar a pie, de los más de 10 grados de diferencia entre el aire acondicionado y la sensación térmica; de las mujeres que se visten como Kim Kardashian y los ejecutivos que miran la hora en relojes de 50 mil dólares, hay terrenos baldíos, casas bajas, edificios con la pintura descascarada y grupitos de adolescentes que matan el tiempo en la vereda, en los pocos lugares donde hay sombra. Resuena en mi cabeza la frase que escuché en la presentación de un libro sobre las consecuencias del Katrina: “Hay muchos Estados Unidos; a nosotros nos gustan dos o tres”. Parafraseando al recuerdo, pienso que hay muchos Miamis y en la Argentina conocemos dos o tres: South Beach, el Aeropuerto, los malls. Brickell y Coral Gables, como para armar un top five.

Resulta que en pleno centro de la ciudad, a pocas cuadras del Puerto, entre Brickell y el Downtown; cerca de Winwood (el distrito de las artes), y del Design District (el barrio –si se me permite la herejía–, donde se ubican los icon stores de las marcas de lujo), queda todavía una zona a desarrollar. Y el problema de los desarrolladores, como en todas partes del mundo, es lograr que la gente quiera vivir en ese lugar.

Nir Shoshani y Ron Gottesman vieron la oportunidad y decidieron tomar el riesgo en 2009, cuando compraron la estructura de un edificio a medio construir, abandonado después de la crisis, sobre la calle 14. Los inversores levantaron ahí Filling Station, unos lofts para alquilar a artistas y diseñadores, que fue un éxito rotundo a pesar de estar ubicado junto a una hormigonera.
En seguida se hicieron de otro terreno, más grande, donde tienen proyectado el condominio Canvas, “de lujo, pero accesible”. Y de otro terreno más, en la calle 17, como para “marcar el límite” del que llamaron Arts + Entertainment District (A + E). Shoshani y Gottesman pensaron que la música debería ser parte del adn del emprendimiento. Y pensaron también en el valor agregado: bares, restaurantes, lugares de encuentro, lo que los urbanistas llaman “espacio público”. Gente que camine por las calles, que lleve a sus hijos de la mano y saque a pasear al perro. Lejos de la omnipresencia del auto, gente que use el transporte público para ir a la oficina, a la escuela, a la universidad o hacer las compras.

Cuesta imaginar desde dónde llegaron, pero en esta tarde de fines de otoño (boreal), cuando empieza a caer el sol, hay cientos de jóvenes y no tanto en el baldío que albergará a Canvas. El pasto está recién cortado, hay algunos árboles de los que cuelgan luces de colores, un Dj, cerveza esponsoreada y varios food tracks. Aquí se baila, se bebe, se charla. Hay muchachos con anteojos hipsters, hay chicas en short y ojotas, hay negros y negras con remeras de colores estridentes, hay algunos con pelucas de colores flúo. “Esto no existía en Miami –me dice Jennifer, 25 años, toda una rubia de California que trabaja para la agencia de prensa que promueve el emprendimiento–; esto no existía, era imposible ir a bailar sin zapatos de tacones”.

La convocatoria, por supuesto, se hizo a través de la web, y los 180 primeros en anotarse gozarán de un bonus track: subirán (subiremos) al Miami Soul Train, una “silent party” en el Metromover, el subte elevado que pasa a dos cuadras de Canvas.

Explica Jenn: “El transito público no es popular en Miami. Yo nunca he estado en el metro o en el bus. Las redes del metro no están bien interconectadas. Pero el Metromover ha mejorado mucho. Vamos a armar 3 grupos de 60 personas que van a subir a los trenes. Todos van a tener sus auriculares bluetooth que se iluminan de colores diferentes, rojo, azul y verde, de acuerdo al grupo. Sólo ellos van a poder escuchar la música, que se va a estar tocando en cada uno de los trenes. Los que no tienen auriculares no escuchan y no entienden lo que está pasando, por qué todos cantan la misma canción. Y por qué muchos no lo hacen. Hay cosas que se pueden usar y la gente no lo sabe. Es divertido y les enseña a todos que se puede usar el transporte público, no es imposible.”

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