A principios del siglo pasado, en los albores del naciente jazz, la línea de bajo era patrimonio de los instrumentos de cuerda y de viento (fundamentalmente la tuba, el saxo, o el bombardino).
Muchos bajistas pertenecientes a esa era, como por ejemplo Red Carpenter y John Kirby (1), eran también, excelentes ejecutantes de tuba, que finalmente a mediados de la década del 30, fue destronada por el bajo. Los bajos de cuatro y cinco cuerdas, se convertirán en el pilar de esas bandas de jazz. El contrabajo será responsable del “pulso” o del tiempo. La ejecución con arco será sustituida por el pizzicato, más preciso y fragmentado. Las notas suenan despegadas unas de otras de este modo, y el resultado es más rítmico y más marcado.
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En los años 50’s, el arco recuperaría su papel, pero solo temporalmente con Paul Chambers (2) y Sam Steward. Se dice que a finales de los años 30, aparecería el primer gran improvisador de bajo: Jimmy Blanton (3), que era entonces el genial contrabajista de la orquesta de Duke Ellington. Su estilo sería luego desarrollado por los dos primeros grandes bajistas del Be-bop: Ray Brown y Oscar Pettiford. Con este último (después de John Kirby y antes de Charlie Mingus), el contrabajo se convertirá en un instrumento líder.
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El Jazz moderno se verá dominado por la personalidad de Scott Lafaro(4) , (fallecido a los veinticinco años, bajista por entonces, del Bill Evans Trío, junto con Paul Motian), auténtico y original innovador, que a partir de ese momento el contrabajo no tendrá que mantener necesariamente el “tempo”, equilibrando sus acentuaciones, para mas que marcarlo, sugerirlo. A la vez favorecería su propia autonomía en los diálogo constantes con los sucesivos solistas de cada banda.
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Fuente:
Los grandes creadores del Jazz. Juan Claudio Cifuentes.