16 de abril de 2024 2:10 PM

Columna de Jairo Cuba: Los días difíciles de Nicolás

 **El 14 de abril se está viendo lejano. Sabe y saben a 90 millas de Miami que mientras más se alargue el proceso electoral es peor porque, para decirlo en términos de beisbol, “El pitcher no garantiza nada”. Por eso el tiempo se está haciendo interminable.

 Nicolas-MaduroTodo luce prefabricado. Pre-elaborado. El discurso es ensayado. El tiempo de aprendizaje parece  no haber cumplido el cometido a pesar de planificarse con mucha antelación. En la isla se dedicaron a preparar el reemplazo a sabiendas de que hay muy pocos con el perfil requerido. En medio de la búsqueda, Nicolás ha sido la carnada propicia para que el desvencijado régimen habanero pueda garantizar su sobrevivencia.

No han sido fáciles estos días para Nicolás entre el dolor y la tragedia misma. El obligado secretismo de estado lo ha puesto a sortear muchas vicisitudes surgidas de improviso.

A Nicolás se le ve tenso. Carente de ideas propias e incoherentes para hilvanar su propio discurso. Su contradicción entre lo que dice y lo que hace es evidente. Las costuras son protuberantes.

Han sido tan desafortunados estos días, que ni siquiera invocó un minuto de silencio en el propio parlamento donde tomó juramento de manera cuestionada. Un olvido imperdonable de quien dice ser el hijo del líder de la revolución.

Entre tanto,  la cotidianidad continúa y la nación no vive sus mejores tiempos. La devaluación como obra de sus primeros cien días ya comenzó a castigar el estómago de los que menos tienen. Y lo peor es que el especialista en desmontar matrices adversas está volando lejos.

El hijo, a pesar de las enseñanzas habaneras no es ni parecido al padre. Ya lo dicen por ahí. Chávez no es Nicolás y va  a ser difícil tan siquiera parecerse, así imite su tono de voz, así intente hablar como él.

Y esa espada de Damocles, afilada y precisa es el mayor peso que yace sobre sus hombros a pesar de lo presurosa que ha sido pautada la batalla electoral.  Ganar tiempo, en vez de darle tiempo al tiempo.

El 14 de abril para Nicolás se está viendo lejano. Sabe y saben a90 millasde Miami que mientras más se alargue el proceso electoral es peor porque, para decirlo en términos de beisbol, “El pitcher no garantiza nada”. Por eso los días se están convirtiendo en siglos y los segundos, minutos y horas  se están haciendo interminables.

Nicolás no es militar y casi la totalidad del gobierno si lo es y  si se intenta desarmar a esa élite comenzarán los nubarrones a los que tanto se teme. De allí que los asesores hayan recomendado agregarle a los discursos el término “político-militar” como para tranquilizar la realidad de quienes ya hablan de herencias inmerecidas sin protagonizar aquella aventura golpista en aras de acompañar al máximo líder en su proyecto.

Pero hay otras sombras. La contradicción sobre el futuro descanso del guerrero genera dudas y sospechas sobre verdades y mentiras. Nicolás sabe que entre cielo y tierra, tarde o temprano, no hay nada oculto, por eso la necesidad de que estos días pasen raudos y veloces. Después ya se verá.

El viaje del líder a la eternidad deja al heredero carente de consejas.

Y para colmo, el adversario político ha comenzado a acosarlo manejando una contundente semántica que lo ha estremecido y le está demostrando que la pelea es peleando.

Vuelve a retumbar la realidad inevitable. Nicolás no es Chávez.

Los tres primeros rounds preelectorales han demostrado las debilidades del heredero.

Después de las tres alocuciones de Capriles, Nicolás ha quedado desnudo y ha recurrido a la retórica del líder que ya no está. La descalificación, el agravio y la amenaza han sido sus armas que han pasado sin pena ni gloria devastada por el viento que mucho calla y tanto sabe.

Los primeros tres rounds han demostrado que sin Chávez, el juego es otro. Ya no hay quien dicte línea ni estrategias pues los dela Habana, por foráneos,  desconocen la dinámica interna y el movimiento vernáculo. Hoy el juego es de realidades y ya se sacan cuentas. Si se pierde un solo voto de esos que el jefe endosó podría producirse el temible efecto dominó.

Por ahora Nicolás ha logrado lo que para el máximo líder era impensable, que lo acorralen,  lo estremezcan y lo pongan a la defensiva.

Ni el teleprompter lo pudo ayudar en estas primeras de cambio.

 

 

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